Existen buenas prácticas aplicadas en distintas economías del Asia-Pacífico.
La modernización de las economías en el siglo XXI implica su inserción efectiva en los esquemas de competitividad, interdependencia y globalización. Las relaciones internacionales de hoy en día conllevan el desafío de buscar un mejor posicionamiento en el sistema económico mundial, cuyas características muestran cambios sustanciales en su funcionamiento, los mayores registrados desde la primera revolución industrial.
Ello implica un mejoramiento de la capacidad productiva en términos de eficiencia y costos, un desarrollo inclusivo que asegure una participación de todos los sectores y una conectividad física y digital. En su concepción actual, el desarrollo económico y social es integral y exige una concertación amplia en apoyo a las iniciativas productivas del sector privado, así como a sus tratativas con miras a la transformación estructural.
En ese sentido, las políticas aplicadas en el Asia-Pacífico para la modernización económica enseñan que la planificación estratégica constituye una instancia fundamental en la definición de las metas nacionales, en la identificación de los mecanismos para la implementación de los planes y programas y en la determinación de los escenarios-objetivo en los ámbitos regional y global. Para tal efecto, la formación de capacidades, la transformación digital y el fomento y la liberalización del comercio determina la conformación y participación en cadenas de valor regionales.
Desde la perspectiva de la planificación y ejecución de políticas hacia una modernización en el siglo XXI, existen buenas prácticas aplicadas en distintas economías del Asia-Pacífico, a las cuales se puede recurrir como referencias pragmáticas. Al respecto, como una de las principales, cabe resaltar que, en abril pasado, con visión de futuro, el primer ministro de Australia, Anthony Albanese, anunció un programa denominado A Future Made in Australia, que tiene como propósito dinamizar sus estructuras económico-sociales y administrativas a la vez que un mejor posicionamiento de Australia en el contexto global, mediante la creación de nuevas oportunidades de producción y empleo en las distintas regiones de su territorio. El programa consiste en elevar los niveles de educación y formación de capacidades, el aumento del potencial de la estructura productiva en términos de bienes y servicios, en la construcción de una infraestructura que facilite la integración económica y en una concertación para fines de una distribución equitativa de los beneficios, en la explotación y uso ordenado de los recursos naturales, en la aprobación de un sistema facilitador y justo de impuestos y otros cargos, entre otros temas.
El planteamiento formulado por Albanese presta especial atención a las inversiones en innovación y nuevas tecnologías, con miras a reforzar su inserción efectiva en el sistema económico mundial por medio de la producción y uso de energía renovable, una conectividad y complementariedad con su entorno regional y costos más competitivos. De esta forma, Australia convertiría esta plataforma de transformación en una ventana de oportunidades para los inversionistas. A ello se agrega el reforzamiento de sus medidas de facilitación de los negocios por medio de estrategias que flexibilizan las instancias y cargos administrativos, que darían mayor fluidez a las gestiones para el establecimiento de nuevas empresas. El objetivo fijado es consolidar su potencial económico y social, creando las condiciones apropiadas que exige su desarrollo amplio, inclusivo y diversificado.
Desde la perspectiva de la teoría del desarrollo pueden mencionarse las políticas contenidas en el recientemente publicado libro del viceministro de Comerio, Industria e Inversiones de Malasia, Ching Tong Liew, bajo el título Second Takeoff: Strategies for Malaysia’s Resurgence, el cual describe planes para reforzar el potencial de Malasia. En particular, especifica la importancia de un planeamiento estratégico de los escenarios que definen los “tres términos medios” de la economía, es decir, una indispensable ubicación al medio de las cadenas de valor regionales, un pragmatismo desde el medio en la movilización de los recursos en el marco regional; y un espacio al medio en los esquemas geopolíticos regionales y globales. La relación de Malasia con su entorno regional (ASEAN), sus vínculos comerciales y de inversiones con las potencias asiáticas y su reciente acercamiento al BRICS, darían sustento político al planteamiento.
Las políticas de Malasia sobre fomento a la innovación y nuevas tecnologías, alrededor del concepto de “economía basada en el conocimiento”, deberán facilitar su transformación industrial y, por ende, convertirse en un socio estratégico valido en la región.
La importancia de la inversión privada en el puerto multipropósito de Chancay en el marco regional, las medidas sobre liberalización del comercio y facilitación de las inversiones que han convertido al Perú en una potencia exportadora agroindustrial, la formación de capacidades en favor de las pymes, la transformación digital y sus beneficios en la educación, salud y otras magnitudes sociales, la integración regional por medio de la Alianza del Pacífico y su participación en el APEC, la interconexión y la conectividad, entre otros factores, constituyen un sustento válido para un planeamiento estratégico de la modernización económica del país. Las políticas aplicadas en Australia y las tendencias en el Sudeste Asiático constituyen un insumo referencial importante en los esfuerzos por configurar estrategias y acciones con miras a edificar una economía integrada, interconectada y global en el siglo XXI.
Extraído de: https://elperuano.pe/noticia/250271-modernizacion-economica-en-el-siglo-xxi